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domingo, 16 de julio de 2017

Sexo con robots: esto es lo que los científicos temen que ocurra cuando sean perfectos


Lo que antes eran muñecas pronto serán robots humanoides sexuales. En algún momento de los próximos años el mercado del sexo estará masificado por esa primera afirmación que todavía percibimos como lejana. Precisamente por ello, los investigadores están planteando fronteras antes de tener problemas.

En el fondo, el debate en torno al sexo con robots es una evolución al debate y el estigma que existía en el siglo XX con las muñecas. Quizás con una gran diferencia: todo apunta que lo que está por venir son cuerpos artificiales tan similares al ser humano que costará percibir lo “real” del “plástico”.

Pensemos en las muñecas sexuales. Aquello fue un invento de los nazis en la Segunda Guerra Mundial. La idea era que las muñecas detuviesen el contagio masivo de enfermedades de las prostitutas francesas. Desde entonces, el salto “evolutivo” ha sido tan grande que podríamos decir que hablamos de cosas distintas.

El imperio creado por Matt McMullen es un buen ejemplo. El hombre está en la Pole para erigirse como el mesías del sexo con máquinas. Él es el fundador de RealDolls, posiblemente el mayor o uno de los mayores objetos de lujo sexual, de los más exclusivos por su precio. Se trata de muñecas a la carta muy humanas a las que les falta un último detalle en el que se trabaja actualmente. Dotarlas de movimientos y respuestas.


Su prototipo más avanzado se llamará Harmony y aseguran que será un robot que puede mover los ojos y hablar. Todo ello a través de una tableta conectada a una aplicación del dueño/usuario.

Sin embargo, McMullen sabe que el imperio que ha creado se puede venir abajo si consigue que sus sofisticadas muñecas sean demasiado reales. Entonces, la sorpresa y la perfección pueden dar paso al asco o la repulsión, al miedo de reconocer a un objeto que se parece demasiado a ti. Veamos que dicen los estudios.

Sexo, robots y normas
Hace varios meses recordábamos la teoría del Valle Inquietante formulada por el profesor y experto en robótica, Masahiro Mori. El profesor sostiene desde hace décadas que como las simulaciones en apariencia y/o movimiento de los seres humanos es cada vez más precisa y realista, existirá un punto en el que el interés de los seres humanos en la creación de un humanoide se transforme en absoluta repulsión.

Supongo que antes de ello primero tocará un periplo de experimentación. En el año 2015 se publicó un artículo académico liderado por Kathleen Richardson, investigadora sobre ética y robótica en la Universidad De Montfort. La mujer consideraba que la industria está extendiendo el problema de la prostitución a las máquinas, y que esto no es ético ni seguro. El trabajo argumentaba que estos tres puntos serán una barrera difícil de superar:

El sexo con robots deshumaniza a las mujeres
La visión que tenemos de los robots sexuales se asemeja al intercambio prostituta-cliente, que consiste en reconocer únicamente las necesidades y deseos del comprador de sexo (mientras que el vendedor carece de subjetividad y es tan sólo un objeto)
La producción de robots sexuales demuestra los horrores aún presentes en el mundo de la prostitución, construido sobre la percepción de que las mujeres son seres inferiores (lo que justifica que puedan ser usados como objetos sexuales)

Noel Sharkey, profesor de robótica e IA de la Universidad de Sheffield, decía estos días que no debemos dar la espalda a preguntas tan incómodas como la siguiente: “¿Deberíamos prohibir la importación de robots sexuales diseñados para parecer niños?”

El investigador publicó este mes un trabajo bajo el título de Our Sexual Future With Robots (“Nuestro futuro sexual con robots”), un informe donde habla de sus preocupaciones sobre el fenómeno que está comenzando y el impacto que va a tener en el ser humano.

El profesor aviva un escenario que hemos visto en la literatura y en las películas, y que quizá por ello, siempre nos ha parecido lejano. Sharkey señala algunos de los usos probables que podrán tener los robots sexuales:

-Robots prostitutas que trabajan en burdeles.
-Nuevos tipos de “cura sexual”.
-Acompañantes sexuales para personas que se sienten solos o personas mayores.
-Como herramienta de terapias sexuales para violadores y pedófilos.

Precisamente el último punto, el de la pedofilia, es el que parece más problemático. Las muñecas de aspecto infantil ya existen, y países como Canadá están determinando si deberían o no ser ilegales. Según Kathleen Richardson, experta en ética en la robótica de la Universidad de Montfort (Reino Unido):

Creo que Sharkey tiene razón en cuanto a la prohibición de las muñecas sexuales de aspecto infantil. Sin embargo, el verdadero problema no son las muñecas, sino el comercio sexual. Los robots sexuales no son más que otro tipo de pornografía. Este tipo de robots incrementarán, inevitablemente, el aislamiento social.
Para Richardson hay problema de enfoque en el trabajo del profesor: prácticamente hablamos de un mercado centrado en el hombre, apenas hay mercado femenino, y por tanto, no se trata de un problema de géneros.

Sea como fuere, parece que el planteamiento de los últimos trabajos difiere de la propuesta de Asimov. Después de todo, quizás no necesitemos reglas para las máquinas. Quizás, cuando los robots sexuales sean tan similares a nosotros, necesitemos reglas para nosotros.

(FUENTE: es.gizmodo.com)

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